Wednesday, July 20, 2005

Musik: La banda que nunca vas a escuchar


Orangutanez, rock virtual
Mon es un simio cool y con dreadlocks, que manda mensajes de texto, viste la camiseta de la Selección y canturrea pegadizos estribillos sobre bases rockero-cumbieras: “Nuestra idea es evitar/ que alguien nos reconozca/ y no repartir la mosca/ con músicos de verdad”, confiesa el primate y frontman de Orangutanez, el primer grupo de rock virtual de la Argentina, cuyos integrantes son dibujos animados. “Somos herederos de la mejor tradición del cartoon argentino”, afirman vía e-mail sus anónimos creadores, y enumeran referentes como Patoruzito, Hijitus, Mercano, Tino & Gargamuza, el Mono Mario y ese nenito horrible del aviso de “chuavechito, chuavechito”.
A diferencia de otros artistas virtuales extranjeros, la verdadera identidad de los autores de Orangutanez permanece en secreto; no por acrecentar el misterio sino para no hacerse cargo de la criatura: “Es que somos medio ladris”, admiten los dibujantes y compositores de sus canciones.
En su álbum debut, Suplemento Si...mio (2005), Orangutanez teje su propia mitología; que los imagina oriundos de Orán, Salta, y formados por monos que escaparon del zoológico personal del gobernador de la provincia, Juan Carlos Romero, luego de ser sometidos a pruebas con radiactividad. Fanfarrones, y al mismo tiempo humildes, reconocen: “Estamos violentando las fronteras del rock, y también las fronteras del plagio”.
Sus temas y sus clips ya impactaron, gracias a su desfachatez artística y –especialmente– a la fortuna que invierte su sello discográfico para promocionarlos. Pero los prejuicios son injustos con los hitazos de Orangutanez, como el crípticamente titulado Dibu se la mastica, obra maestra del cut & paste criollo cuya letra desafía: “Mi familia es un dibujo,/ soy un choreo a Gorillaz,/ pero igual no te relajes,/ porque te traigo un mensaje:/ la tengo como Godzilla,/ si te agachás te la empujo”.
* Cualquier semejanza con la realidad llevará a incómodas preguntas sobre los límites de la realidad.


TXT Javier Aguirre

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