Wednesday, August 17, 2005

CULTURA : "LA JOVEN GUARDIA", ANTOLOGIA DE CUENTOS, PROPONE UNA GENERACION CON VOZ PROPIA.

Los jóvenes vienen narrando: la literatura argentina Sub-35

Un panorama actual en veinte cuentos. Un tema recurrente: la crisis de 2001.

Puede afirmarse que existe algo como una "joven ficción argentina"? Maximiliano Tomas, editor de La joven guardia. Nueva narrativa argentina, una antología de cuentos que editó Editorial Norma, dice que sí y pasa a explicar de qué se trata.
"Lo de 'joven' —dice—, en un país en el que se califica de tales a escritores que rondan los 50, exigió un límite. Los autores tienen menos de 35 años." Esta frontera etaria, como todas, creó una distancia: la que late en el título. Es impensable una "joven guardia" que no suponga y se oponga a una guardia "vieja".
Tomas accede a contestar "de la manera más completa y sincera". Y se le cree: empieza por definir la "vieja guardia" como los "de la década de 1980". En el prólogo que escribió para la antología hizo una lista: Daniel Guebel, Martín Caparrós, Sergio Chejfec, Alan Pauls, Juan Forn, Rodrigo Fresán. Que así se diferencian de los nuevos: "Ellos escribieron y escriben a la sombra de grandes nombres como Borges, Cortázar, Castillo, Saer, Lamborghini, Aira, Piglia. Nosotros —dice, aunque el libro lleva un prólogo de Abelardo Castillo—, no. Ellos, los de los 80, no lograron cuajar en una generación ni desmarcarse de sus 'padres', ni siquiera han producido obras que hoy podamos ver como canónicas o demasiado relevantes. Por otra parte, cuando ellos empezaron a escribir todavía existía mercado para la literatura, un público lector que esperaba nuevos libros luego de una feroz dictadura".
A los veinte autores que forman La joven guardia los unen, entonces, la distancia de los grandes y un mercado casi inexistente. Según Tomas, la nueva generación pudo transformar esto en más libertad: no tiene necesidad de cometer "parricidios"; para ellos los "grandes" no son padres sino abuelos.
El debate sobre la relación entre literatura y sociedad no cierra nunca. Si algún rasgo es común a muchos de los cuentos antologados es el efecto de la debacle nacional. La crisis de 2001 en nuestro país generó un escenario nuevo, que no puede ser soslayado y parece exigirle relatos a la ficción argentina.
Hay imágenes tanáticas en algunos de los textos. En Dos huérfanos, Patricio Pron describe así la muerte de un país: "Había desaparecido de la faz de la tierra como un paraguas que en un día de tormenta es arrebatado de las manos y da un giro o dos en el aire y luego se pierde en la densa, sólida, pared de agua que, sin interrupciones, une momentáneamente el cielo con la tierra.
" A la situación del emigrante no le falta representación: Gabriel Vommaro, en su El imbécil del Foliz, narra: "Yo, en cambio, sonreía, cajero de supermercado chino, sonreía y sonreía porque casi no sabía hablar. Y fue esa sonrisa la que proporcionó al Foliz sus días más gloriosos y sus más abultadas ventas en las mañanas frías de un invierno que a veces preferiría no recordar.
" La cultura argentina tradicional entra en pánico en El aljibe, de Mariana Enríquez: "Había leído la historia de Anahí y la flor de ceibo y en sueños se le había aparecido la mujer envuelta en llamas; había leído sobre el urutaú, y ahora antes de dormirse escuchaba al pájaro, que en realidad era una chica muerta, llorando cerca de su ventana.
"En los textos de Washington Cucurto y Gabriela Bejerman, esos dos escritores nuevos que son clásicos hace un lustro, también pueden leerse rasgos críticos. Pero la clave es paródica en la desopilante historia de amor, moda, éxito y miseria de Morfan dos, de Bejerman, y en la visión del mundo de un repositor de supermercado en El hombre del casco azul, de Cucurto.¿Existe una nueva ficción? La joven guardia tal vez no dé la respuesta, pero sí un panorama de por dónde andan las cosas.

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