Tuesday, September 13, 2005

TENDENCIAS


Los aristócratas y paquetes clubes de caballeros londinenses vuelven a ser "cool"
La vanguardia está a pleno y hace cola para entrar en los elitistas clubes de caballeros... Verdaderos "refugios" para la aristocracia británica, donde la pertenencia cuesta cara y las mujeres siguen siendo un tabú. Un ejemplo: en 1990 aceptaron a Margaret Thatcher como "hombre honorario"...
Se terminaron los tiempos en que los británicos "gentlemen's clubs" eran considerados lugares donde la tradición acumula polvo y el típico miembro dormita con un ejemplar planchado del "Times" en sus manos. Los exclusivos clubes a lo largo de la aristócrata Pall Mall, cerca de Picadilly Circus y la plaza de Trafalgar, viven hace tiempo un renacimiento. Jóvenes de clase alta que antes evitaban a conciencia establecimientos como el White's, Boodle's o Brook's ahora hacen cola para convertirse en miembros.
Al igual que el heredero de la corona británica, el príncipe Carlos, hace dos décadas, su hijo mayor Guillermo solicitó la membresía en White's, el más exclusivo y antiguo -fue fundado en 1693- de los clubes de caballeros de Londres. Estos establecimientos elitistas, que hace un cuarto de siglo parecían amenazados de extinción, están otra vez de moda.
Los años 60 y 70 fueron "malos para los caballeros y por ello también malos para los clubes de caballeros", se quejaba Anthony Lejeune en 1979 en su libro dedicado al tema. Durante el gobierno de la primera ministra conservadora Margaret Thatcher, la vida volvió a los clubes, asegura el autor. Los clubes no necesitan publicidad. Como antes, cuando los padres miembros inscribían a sus hijos recién nacidos, las listas de espera son largas. Estos lugares, donde se puede comer y beber bien, e incluso pasar la noche en caso de necesidad, son para el autor Tom Stacey un "refugio", según dijo a la cadena BBC. "Estás entre gente con la que creciste, con la que fuiste al colegio. Hablan tu mismo idioma", dijo Stacey. Por algo así, los aristócratas pagan de buena gana una cuota de mil libras esterlinas (1.820 dólares) como la de White's.
La gente está a gusto, se viste de acuerdo con su posición social (Stacey: "Los suéters están prohibidos") y no se habla de negocios ni trabajo. Quien aspira a unirse al club debe usualmente ser propuesto por dos miembros y luego colmarse de paciencia. Pero candidatos como el príncipe Guillermo no corren el riesgo, según los conocedores, de esperar ocho años hasta recibir respuesta o incluso de pasar por la vergüenza del "blackballing". Este término proviene del siglo XIX, cuando en una votación secreta alguien depositaba una bola negra en la cesta como señal de desconfianza hacia el candidato.
Las mujeres siguen siendo, en el mejor de los casos, invitadas o miembros de segunda clase cuyos privilegios -como el uso del bar y la biblioteca- están limitados o "siguen en lista de espera", según un conocedor del ambiente. Las leyes antidiscriminación no han cambiado nada. La ministra de Asuntos de la Mujer, Barbara Roche, exclamó con indignación hace un par de años que estas zonas vedadas a las mujeres son "absurdas" en el siglo XXI. Pero cuando un periódico informó que los tradicionales clubes de caballeros iban a tener que cerrar sus puertas si no permitían el ingreso femenino, el gobierno laborista se apresuró a desmentir la versión como una "tontería".
"Hace 100 años, ningún club de caballeros tenía miembros femeninos, pero ahora son muchos los que aceptan también mujeres", se defendió hace poco Conrad Winter, director del tradicional Traveller's Clubde 1819, en el "Financial Times". El club, que acepta como miembro a cualquiera que se haya alejado más de 800 kilómetros de Londres, no piensa abrir sus puertas a las mujeres. "Estamos claramente en la minoría, pero por el momento no hay razones para que esto cambie", dijo Winter. También en el conservador Carlton Club de Londres, donde tradicionalmente los primeros ministros eran convertidos en miembros tras abandonar el poder, las mujeres fueron un tabú durante largo tiempo. Cuando la "dama de hierro" Margaret Thatcher se fue de Downing Street en 1990, el club resolvió el problema de manera típicamente británica, de acuerdo con un irónico observador: "Simplemente la declararon hombre honorario".

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