Mientras se calcula que 250 mil sub 24 viven en countries, el director de "Cara de queso" traza una mitología juvenil del barrio cerrado.
"¡Desacelérese!". El country El Venado te recibe con una orden que invita a relajarse y con la misma dialéctica del slogan que impone la obligación ahí donde debería primar el placer: "Pare de sufrir". El cartel ("¡desacelérese!") te da la cordial bienvenida a este country de Ezeiza, que en la película Cara de queso —Mi primer gueto— se llama "El Ciervo" (logo: ¡una estrella de David con cuernos!) y que es el escenario para la biopic definitiva sobre la primera generación nacida y criada en barrios privados.
"Estos lugares abiertos generan encierro: te rebelás en algún momento, y eso siempre pasa a los 15 ó 16 años", dice el director Ariel Winograd (29), autor de esta autobiografía tan brutal como verídica, y así confirma una asfixia al aire libre: "No hay respiro y no hay salida". Este barrio cerrado ("con mayoría de judíos de clase media") será el lugar de la injusticia precoz o de la erección inoportuna, y la trama ubicada en 1994 apura el retro noventas, con nostalgia por la adolescencia perdida en tiempos de Guns 'n' Roses y menemismo: forajidos. Si el cálculo rápido supone unos 250.000 menores de 24 viviendo en countries, ¿hay una mitología propia de la vida teen ahí nomás, cruzando la General Paz? Ariel registra las instantáneas de los que hoy tienen veintipico, festejaron con Ritmo de la noche, alzaron el bracito con Ace of Base y crecieron en este paraíso infernal, el country.
La excursión a Capital. "Portate bien que se corta la salida", amenaza Lili, la idische-mame interpretada por Mercedes Morán, actriz en duplicidad country rico-country pobre: del norteño Manzanares de Amas de casa desesperadas (Pilar) al sureño El Ciervo (Ezeiza). Se contratará un micro, siempre naranja escolar, que sacará en libertad condicional a los internos en edad de matiné. Fiebre de sábado por la tarde: "Qué raro, tanta represión en el country pero te dejan suelto en Capital", razona Ariel. Una Filcar del micro impondrá como mojones las discotecas con turno tarde, e inevitable escala final en Nazca y Avellaneda para pegar la vuelta. "Aunque en realidad, se usa el boliche como coartada para el puterío...".
La primera vez. "Cojan, chicos, cojan, que es bueno para la salud", aconseja el abuelo Mollo en Cara de queso, soez como jubilado ocioso. Amor por la shikse, o "camuca" en el slang del niño bien de zona Norte: la mucama. "A los 13, te hacés hombre para el judaísmo y entre las cosas obligatorias está debutar, que puede ser afuera o adentro del country", precisa Ariel. ¿Afuera? "En los '90, te llevaba un primo hasta Capital, o llegabas después de averiguar solito. Era con consumición, y nunca me voy a olvidar del gusto a 'orangina', que era el trago del lugar adonde fui, sabor a puterío, a Dinastía, Sarmiento al 1300. ¡El gusto del debut!", confiesa y así, su Cara de queso recupera una tradición tan púber como noventosa: la excursión sanitaria. ¿Adentro? "El padre o el tío habla con la empleada doméstica y arregla para que varios de sus hijos, primos o amigos debuten con ella", devela Ariel, reseñando calenturas hogareñas. "Es mirar a la empleada, siempre goy, y decir: '¡Cómo me calienta!'". Como compensación módica, se le regalará una remera conmemorativa. Ariel: "Limpia con la remera que dice 'Johnny, mi bar mitzva'".
La petera. "Me prometiste que para los tres años me la ibas a chupar, Romina", exige David (Martín Piroyansky). Romina: "Ay, ¿es lo único que te importammm?". David: "Sí".
Tradición oral: "Es muy de la adolescencia country", opina Ariel. Si el profesor de tenis se conserva como amador compulsivo ("tengo el recuerdo de un padre corriendo por acá, queriendo pegarle a un profe"), el sexo oral se sostiene como el protocolo amatorio de este mundito cerrado donde la supervisión familiar marca de cerca. "Es típico de la novia tradicional que conoce a madre, padre y amigos. Un rito del country: el debut con la shikse y el pete con la novia". Glup.
Los torneos juveniles. "¡Cara de queso, pelota!", grita el profe Vercovich (Daniel Hendler): el poco virtuoso sólo tendrá destino de asistente. "Los padres se cagan a trompadas y esperan que todos sus hijos sean Maradona", indica Ariel. "Recuerdo una escena en un partido intercountries: yo jugué una sola vez y de 7... ¡pero los padres se fajaban con los de otros countries!". El amor por la camiseta tomará la forma de una fidelidad sin fisuras al lugar que traerá tantas alegrías, verano tras verano: "Sólo les pegan a los padres de otros countries".
Alta suciedad. Ariel: "¿Salimos en el boletín?". Lili: "No". Ariel: "Nunca salimos". Lili: "No, porque tu padre no hace deportes, no se integra".
Todo country tendrá su aristocracia: aquella familia que aparezca en "El boletín", por mérito deportivo o destreza en el Burako. "El problema de mi familia era que no salimos nunca. ¡Hoy me hacen una nota en Clarín pero jamás aparecí en el boletín! Todas las casas estaban adornadas con miles de trofeos, pero en la mía sólo había una medalla de cuarto puesto", se lamenta Ariel. Si la tragedia juvenil pasa por dividir el mundo entre ganadores y perdedores, en el country las diferencias están aún más marcadas: "Pasan por el pibe que tiene las mejores zapatillas, el padre que tiene el mejor auto, y nosotros: los boludos", y así Ariel resume una angustia generacional que se ve más clara al aire libre. "Iba caminando, me gritaban '¡cara de queso!' y me quería matar. Si no usaba 'mi primer gueto', tenía otro subtítulo pensado para la película. Era: 'Crecer apesta'". The End.
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