Wednesday, February 21, 2007

Chau panza, hola bebé: los baby showers también llegaron a la Argentina

Como otras tradiciones importadas, las fiestas para "despedir la panza" de las madres antes del parto llegaron a nuestro país y ya hay empresas que se encargan de organizar todo el evento, a donde pueden invitarse amigas y familiares, y compartir anécdotas y regalos.
Sucedió de repente: casi sin darnos cuenta, en la Argentina nos encontramos celebrando Halloween, San Valentín y San Patricio. No pasa solo acá, claro, pero frente a la tendencia surgen reacciones bien distintas: hay quienes se sienten globalizados (si todavía ese término tiene connotaciones positivas) y hay quienes se quejan de tanta festividad foránea importada; hay quienes se ven seducidos y se terminan identificándose y hay quienes ven en eso solo fines comerciales. Mientras tanto, una nueva celebración ajena hace su aparición en escena por estas pampas: los "baby showers" o, como los llaman acá, "la fiesta de los pañales". Se trata de reuniones pre parto (vistas seguramente en cualquier película o serie estadounidense), organizadas por la hermana, la madre o la mejor amiga de la embarazada, destinada a homenajearla y "a despedir la panza", por parte de las mujeres más allegadas. Las Sex and the City definían un baby shower como "ese sufrimiento que solo tus amigas pueden causarte" y Samantha hasta llegó a organizar su propio "No Baby Shower" para festejar lo feliz que era por no tener bebés. No fue el tipo de resistencia que le causó a Susana Cavallero, cuando lo conoció, lógicamente en Estados Unidos: "Me parecía una cosa muy tierna pero al mismo tiempo tenía el prurito de 'una celebración frívola y hasta comercial, otra festividad yanqui que no tiene nada que ver con nuestra idiosincrasia'". Susana ya había visto el nicho, pero todavía quedaba el prejuicio, así que se puso a investigar. Encontró que los baby shower no solo son muy populares en Estados Unidos: también en Canadá, México, países caribeños como República Dominica y Jamaica, y sudamericanos como Ecuador y Perú, aunque no duda que la costumbre actual haya partido del gran país del Norte, donde los jóvenes abandonan la casa paterna para ir a estudiar y suelen establecerse alejados de sus familias. "Entonces es muy natural que traten de establecer relación con otras personas en situación semejante, porque el embarazo, sobre todo para la mujer, es una transición única, y afrontarlo solas no es lo ideal", explica Susana. Otra razón que describe es la que implica al mundo del trabajo: "Desde los años '60 las grandes empresas, vinculaban entre sí a las empleadas o esposas de sus empleados que estaban embarazadas, fomentando reuniones donde cada una volcaba sus inquietudes, sus experiencias, en fin, situaciones más domésticas que no se atrevían a consultar con el médico. Esa interacción entre ellas les brindaba seguridad y cuando se producía el nacimiento recibían un regalo de parte de la empresa. Esa idea fue tomada por parteras y particulares que vieron que positivos eran para las futuras mamás esos encuentros y en cuantos casos se formaban amistades sólidas. Así se empezó a usar hacer reuniones de pre parto". Pero quizá la explicación que más la reconforta es saber que en realidad data de una tradición ancestral: "En todos los pueblos primitivos, desde los latinoamericanos precolombinos hasta los europeos (hay registros en cuevas rupestres francesas), las mujeres del grupo de cada embarazada, emparentadas o vinculadas afectivamente, se reunían alrededor de la futura mamá cuando el parto estaba próximo para enseñarle a través de sus propias experiencias a respirar, a parir, a amamantar. Y le llevaban 'regalos': lo imprescindible que iba a necesitar". A esa altura Susana, que es veterinaria, ya estaba convencida de montar su novedoso emprendimiento (Hada Madrina). Lo consiguió hace 8 años, pero al principio le costó hacer de esta celebración un evento organizado redituable: "Durante muchos años el objetivo fue difundirlo, popularizarlo para después trabajarlo, porque mientras la gente no sepa lo que es no hay demanda". Así, los primeros fueron "de onda" para las amigas, no más de dos o tres el primer año. Crecieron mucho en 2000 y bajaron al ritmo de la crisis en 2001. Hoy ya hay unas cuantas empresas destinadas a la organización de baby showers: Nacimiento divertido, Invitaciones baby shower y Rocío de amor, entre otras. Cada emprendimiento se ocupa de todo: invitaciones, decoración, animación, vajilla personalizada descartable, torta de pañales, juegos, souvenirs y hasta de comprar los regalos. "Presupuestado para 10 personas, el más barato cuesta $270 y el más caro $490", cuenta Susana y señala que los meses de más trabajo son junio, julio y agosto porque son los meses en que más nacimientos se registran. "En esa época solemos tener todos los fines de semana cubiertos, a veces también los viernes y hasta dos baby shower en un mismo día. Y después hay meses que se hacen dos o tres", cuenta Susana. Una de las que tuvo su baby shower es la periodista y conductora Paula Trápani. En realidad, se le ocurrió a ella, que conoció la celebración por su trabajo. Lo hizo en octubre pasado, 15 días antes de que naciera Milena. "Cuando se lo comenté a mi amigas no tenían idea de lo que era. A mí pareció algo divertido", cuenta. Lo infaltable del ritual es la "torta de pañales": una especie de centro de mesa o una piñata, que en determinado momento se desarma: adentro de cada pañal hay una sorpresa para cada invitado y para la futura mamá. "En cada país tiene variaciones: en el sur de EE.UU. se usa exclusivamente para hacer acopio de pañales descartables. Ese es el regalo: se recaudan pañales para casi un año. En otros lugares o en estratos económicos más altos, se hace una lista de regalos que puede incluir hasta los muebles y la decoración del cuarto del bebé. Acá tratamos de hacer una cosa intermedia", cuenta Susana y aclara que los regalos son optativos para no condicionar a los invitados. "En mi caso, los regalos eran simbólicos -un chupete, una mamadera, un mordedor- pero que a larga resultan muy útiles", agrega Paula. Para ella, lo mejor fue la excusa para juntarse con sus amigas a tomar el té: "Y para hablar del embarazo sin culpas, sin quedar como una pesada".

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